En el pasado cónclave fue llamativa la figura del joven cardenal Giorgio Marengo, misionero de la Consolata en Mongolia. Comprometido con la evangelización, Mons. Marengo tiene claro que el éxito misionero no depende de estadísticas ni marketing, sino del Espíritu Santo y del encuentro con Cristo en el contexto de cada cultura.
“El primer anuncio no debe disiparse en discursos demasiado genéricos sobre la misión”, comentó el cardenal Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, Prefecto Apostólico de Ulán Bator (Mongolia), en una entrevista para la Agencia Fides. El purpurado italiano puso el foco en el valor insustituible de llevar a Dios personalmente hasta el último confín de la tierra y, especialmente, de la importancia del primer anuncio.
“El redescubrimiento de la llamada a ser todos misioneros, inscrita en el bautismo, ha sido providencial en muchos sentidos. Pero ahora parece haberse perdido un poco de vista la singularidad de la vocación misionera que se conoce como ‘ad gentes’. Es como si, en la era de la globalización y de la aparente reducción de las distancias geográficas, ya no hubiera lugar para este horizonte de la labor misionera que implica salir e insertarse en contextos humanos diferentes del propio“, observa el cardenal.
Atracción y contacto

“Creo que precisamente en nuestro tiempo merece la pena reconocer que existe una especificidad del primer anuncio del Evangelio, del Evangelio anunciado a quienes no saben realmente lo que es. Esta especificidad no debe diluirse, no debe evaporarse en un discurso demasiado genérico sobre la misión. En este momento, me parece vital para toda la labor de la Iglesia en el mundo, y para su camino en la historia, precisamente percibir y tener siempre en cuenta esta particularidad”, añade.
Marengo recuerda, en este punto, la importancia de “atraer por contacto”. Este encuentro puede producirse siempre por caminos desconocidos para nosotros, argumento, “pero normalmente sigue siendo necesario el impacto con una realidad humana. Una realidad humana que facilite y haga posible el encuentro con Cristo. Porque esta experiencia se transmite siempre por atracción y contacto. Y este dinamismo se manifiesta y se percibe claramente sobre todo allí donde las posibilidades reales de entrar de alguna manera en contacto con la persona de Cristo son objetivamente escasas. Por ejemplo en lugares donde la Iglesia no existe o está en un estado inicial, como es el caso de Mongolia”, apunta.
La iniciativa de Dios
Y, sobre los rasgos propios de la misión del primer anuncio, Mons. Giorgio comenta: “Dios, nuestro Padre, no envió un mensaje, sino que se hizo carne enviando a su Hijo único. Dios se abajó para abrazar la condición humana. Y por analogía, también la misión ha sido llamada desde entonces a someterse a las leyes del tiempo y del espacio, teniendo como modelo a Jesús. Si el mensaje de Cristo fuera un mero mensaje, una enseñanza de vida, no habría necesidad de pedir a hombres y mujeres que fueran hasta los confines de la tierra, como hace el propio Jesús en el Evangelio. Jesús entró a formar parte de un pueblo y una cultura definidos. Treinta años de vida oculta, tres años de actividad explícita y tres días de pasión, que desembocan en la resurrección. Todos los que le siguen están llamados a ser moldeados por el Espíritu Santo para vivir el mismo misterio. Ésta es la misión”, recalca, para añadir finalmente:
“Es siempre el Espíritu Santo quien hace posible el encuentro con Cristo, y no nuestras metodologías o nuestras cautelas. Pero tal vez su obra encuentre menos obstáculos si quienes quieren servir al Evangelio se hacen cercanos a sus hermanos por lo que son, anunciando con discreción la resurrección de Cristo”.
(Bajo estas líneas puedes ver una videoentrevista al cardenal Marengo en Mongolia)
Fuentes consultadas: ReL / Agencia Fides