rezoporunsacerdote@gmail.com

Con nuestros Sacerdotes, seamos constructores de la Paz

El sacerdote es representante de Cristo, el “Príncipe de la Paz” anunciado por el profeta Isaías (Is 9, 6).

En su ministerio junto al Pueblo de Dios, a través de la Gracia del propio Cristo, el sacerdote prolonga la paz que resulta de la Redención obtenida en la Cruz. Renovando ese sacrificio en cada Eucaristía y administrando los sacramentos, un sacerdote repara entre sus hermanos lo que el mal, a través del pecado, había desgarrado.

Fortalecer ese ministerio sacerdotal con el apoyo de nuestras oraciones es fomentar la concordia social, pues nada como la Gracia puede transformar los corazones y concederles la auténtica Paz, don de Dios.

Esa paz no es una teoría sino la acción del Espíritu divino, como ha recordado el Papa Francisco: “el Espíritu Santo es la presencia de Dios en nosotros, la ‘fuerza de paz’ de Dios”.

“Es Él, el Espíritu Santo, quien desarma el corazón y lo llena de serenidad. Es Él, el Espíritu Santo, quien deshace las rigideces y apaga la tentación de agredir a los demás. Es Él, el Espíritu Santo, quien nos recuerda que junto a nosotros hay hermanos y hermanas, no obstáculos y adversarios. Es Él, el Espíritu Santo quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir. Y con Él, con el Espíritu Santo, nos transformamos en hombres y mujeres de paz” (Regina Coeli 22/Mayo/2022).

Oremos para ser –nosotros y nuestros sacerdotes– instrumentos dóciles del Espíritu Santo. Así se cumplirá la promesa de Cristo: “Bienaventurados los que procuran la paz, pues serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).