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Sanar el cuerpo no era suficiente… y Chris siempre lo supo

Chris Gault

Sanar el cuerpo no era suficiente… y Chris siempre lo supo

El llamado de la vocación nunca se detiene… e incluso puede aparecer en las circunstancias más estresantes, como confidencia un dedicado médico irlandés.

Es de noche en la sala de urgencias de un hospital de Belfast (Irlanda). Chris Gault, uno de los dos únicos médicos de turno, corre a recibir al paciente que baja de la ambulancia. La situación es de vida o muerte: un chico joven sufre un grave ataque de asma, está inconsciente y su piel ya exhibe un preocupante color gris. Pese al alto volumen de pacientes y la falta de personal, el Dr. Chris sabe que este caso tiene prioridad.

“Tomé mi lugar en la cabecera de la camilla”, cuenta, “para atender las vías respiratorias del enfermo… Mientras trabajábamos para rescatar al chico del borde del abismo (cosa que logramos, afortunadamente), solo había un pensamiento en mi mente: «Podría hacer mucho más por este hombre ahora si fuera sacerdote»”.

No era un pensamiento desconocido para Chris, sino algo con lo que llevaba años debatiéndose en su interior. Oraba pidiendo “signos” para discernir una vocación sacerdotal, pero “en realidad estaba rezando por signos en la dirección opuesta, porque tenía miedo”, admite.

¿Qué sucedió? Él mismo lo cuenta en el digital The Irish Catholic, testimonio que compartimos en español a continuación:

“Es lo que soy…”
Chris Gault

Una tarde de 2014, sentado en mi casa de estudiantes con mi amigo y compañero de piso –ahora sacerdote–, después de implorarle que me contara por qué había decidido ingresar al seminario, me respondió con sencillez: “Es simplemente lo que soy”. En ese momento yo llevaba varios años luchando con el “problema” de la vocación. Estaba en la etapa final de mis estudios para convertirme en médico (tal como ese amigo), pero durante todo mi tiempo en la universidad, e incluso antes, me daba vueltas la idea del sacerdocio. Cuando este amigo mencionó con toda naturalidad que seguiría una vocación sacerdotal, me quedé estupefacto e indignado. ¿Cómo había sido tan fácil para él? ¿Cómo había tomado la decisión?

“Es simplemente lo que soy” … Esa respuesta me impactó, porque me hizo darme cuenta que lo mismo era cierto para mí. A pesar de años de angustia vocacional, de hecho, siempre supe que estaba llamado a ser sacerdote. Cuando acepté la realidad, me sentí imbuido de una inmensa paz, y aunque ha habido altibajos, nunca he mirado atrás. Soy inmensamente feliz en mi nuevo ministerio sacerdotal dentro de la Orden de los Predicadores [Frailes dominicos]. Como en toda vocación, hay sacrificios, pero vivir la que me es propia mientras me rodeo con buenos amigos que viven otras (a saber, el matrimonio, la familia, la soltería) me ha dado perspectiva vital y ha reforzado mi certeza sobre mi llamado particular, solemnemente ratificado por la Iglesia en la ordenación sacerdotal [el 6 de julio de 2024].

“El Señor modela a sus sacerdotes desde los primeros momentos de su vida”
Chris Gault

Sin duda, aquel fue el momento en que (junto a dos hermanos dominicos) me convertí en sacerdote, realmente, verdaderamente, teológicamente… Sin embargo, como para cada sacerdote que llega a ese momento sagrado, hubo antes toda una vida de preparación.

El Señor ha “elegido” a sus sacerdotes desde el vientre materno (como dice Jeremías 1:5), porque a través de sus sacerdotes desea atraer a Él a su pueblo… El sacerdote trabaja en la comunidad, guiándolos en la oración y llegando a los necesitados, pero más que esto, el sacerdocio abre para el pueblo de Dios una perspectiva completamente nueva, una de “gracia”, más allá de lo meramente natural. Para ello, el Señor modela a sus sacerdotes desde los primeros momentos de su vida, porque este instrumento es algo que Él se toma muy en serio.

La indescriptible alegría de ser don de Dios para el pueblo
Chris Gault

Lo que hacemos se deriva de lo que somos. El deseo de hacer “cosas sacerdotales” como ofrecer el santo sacrificio de la Misa o liberar a las personas de sus pecados en el confesionario, o preparar a un moribundo para encontrarse con su Dios, existe porque quien desea actuar como tal ha sido elegido por Dios para hacerlo. Se le ha inculcado una misión del cielo para atender a cuantos caminan aquí, en esta vida, sin dejar de ser él mismo un peregrino que necesita ser atendido.

Este es el plan celestial. Es la forma en que Dios ha querido llevar a cabo la salvación de su pueblo, y va más allá del buen deseo natural de ayudar a otros en el campo de la medicina. El sacerdote, con el don de su ordenación, sana el alma, y aceptarlo como mi propio papel me ha dado una alegría y una gratitud indescriptibles. Demos gracias a Dios por Su Iglesia y por el sacerdocio. Gracias a Dios por el don de una vocación. Gracias a Dios que me formó para ser su sacerdote.

Fuente: The Irish Catholic