“Si das menos que Dios, das demasiado poco”, enfatizó el obispo de Augsburgo, apuntando a la entrega total que demanda el amor de Cristo.
La habitual paz benedictina de la Abadía de Santa Otilia, en Alemania, se permitió una feliz interrupción el pasado 19 de julio de 2024 para celebrar el jubileo de sus sacerdotes. La acción de gracias por la vocación recibida contó con la presencia del obispo de Augsburgo, Mons. Bertram Meier –conocido por sus punzantes homilías–, quien visitó la abadía para alentar a los sacerdotes, compartir con ellos y celebrar juntos la santa misa.
Al momento de la homilía, Mons. Meier reflexionó sobre el seguimiento de Cristo y su significado concreto para quien ha recibido la vocación de discípulo.
El obispo de Augsburgo llamó a los consagrados a llenar de vida su profesión de fe: “No perdáis más tiempo del estrictamente necesario en conferencias centradas en vosotros mismos, en debates sobre el IVA o la protección de datos. En vuestra ordenación se ungieron vuestras manos, ¡no vuestra carne!”, dijo enérgico, acentuando así que no se es sacerdote “para pasar el tiempo en reuniones interminables”, sino “para encontrar a las personas y acompañarlas hacia Dios… Si das menos que Dios, das demasiado poco”, alentó.
Mons. Meier no maquilló las dificultades de la vocación. La vida de un pastor que debe oler a oveja, como ha exigido repetidas veces el Papa Francisco, es “dura y completamente antirromántica”, dijo, recordando a un amigo polaco cuyo abuelo fue pastor: “Había estado buscando una oveja y al fin la encontró, con una pata rota, así que la tomó y la cargó sobre sus hombros… Cuando una oveja tiene miedo, se orina. Al pastor le corre esa orina por el cuello y la espalda, y huele muy mal”, explicó el obispo.
El discipulado no es una danza elegante ni una carrera de velocidad

Pero el Señor nos ha ordenado cargar con la cruz cada día, petición que “debe ser un compromiso” para cada sacerdote, reflexionó, recordando a Simón Pedro, cuyo discipulado no fue “ni una danza grácil ni un sprint (carrera de velocidad)”, sino que estuvo salpicado de los “tropiezos de un hombre indeciso y desafiante”, que supo llorar y madurar aceptando la gracia de Dios. Al final, continuó Mons. Meier, sus palabras se convirtieron en testimonio de vida: “Si alguno quiere venir en pos de mí… tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9,23).
El obispo animó a los sacerdotes a permanecer “fieles al credo de la Iglesia”, sean cuales sean las críticas que puedan recibir. “Algunas críticas son necesarias, nos sacuden… ¡pero no nos confundamos en nuestra fe!… Nuestra misión es llenar de vida este credo”, reiteró.
“Quien reduce la confesión del Mesías diluye la fe cristiana”, continuó Mons. Meier, explicando que “se trata de dar un testimonio creíble. Y eso deja mucho que desear en la Iglesia… ¡Necesitamos una ofensiva de credibilidad!”. Para conseguirlo, “un camino de vida como sacerdote” no puede tener éxito “sin una relación personal con Jesús”.
Fuente: Die Tagepost (traducido del alemán en Yo Rezo por un Sacerdote)