El testimonio de Madre Teresa de Calcuta fue un factor potenciador de una realidad íntima que había esquivado por años.
En el Madrid de los años noventa, el pequeño Ignacio soñaba con la euforia de las canchas de fútbol. Entró en las divisiones juveniles (la “cantera”) del Real Madrid y pasó unos años jugando con los merengues, pero se lesionó y tuvo que resignarse a ser solo un aficionado.
Aunque Ignacio creció en un ambiente de fe, su primera conversión ocurrió a los 15 años cuando se encontró, dice, “con Jesucristo mientras rezaba en una capilla ante el Santísimo Sacramento expuesto. Al leer en el Evangelio este versículo tan conocido: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6) … el nombre de Jesucristo se grabó en mi corazón y Dios comenzó a ser el centro de mi vida”, recuerda. Luego en el verano de ese mismo año 2006, un viaje a la India terminó por sellar el rostro de Cristo en su alma.
En Calcuta pasó dos meses trabajando en la Casa de las Misioneras de la Caridad, donde pudo conocer a Madre Teresa. “Me encontré con Dios y a lo que me llevó es al amor por los demás, amor al prójimo, a la misión, al servicio”, afirma.
Tras ese periplo misionero Ignacio comenzó una carrera universitaria en Administración y Dirección de Empresas. Luego de formarse se trasladó a Londres, donde trabajó como bróker de derivados durante dos años y medio, cofundando una empresa dedicada a textiles y moda masculina. Pero también dedicaba algo de tiempo a ese impulso misionero que tanto lo había nutrido en India; creó la Asociación Solidaria Universitaria, “una ONG que realiza proyectos de voluntariado y cooperación en países como Burundi, Nicaragua, India y España”, explica.
Hoy Ignacio reconoce que durante años estuvo acallando la vocación al sacerdocio y ya el año 2013 su alma se vio desbordada por la presencia de Cristo, no se resistió más. Con 27 años, entró al seminario. “Después de discernirlo, de rezarlo mucho, el Señor te conquista el corazón”, comenta. Durante su formación y gracias al testimonio de algunos obispos de Uruguay, supo de la necesidad de sacerdotes en ese país sudamericano.

Partió entonces a Uruguay, donde fue finalmente ordenado sacerdote por el obispo emérito de Minas, Jaime Fuentes. Era 2018, y tan solo dos años después se unió a la diócesis de Maldonado-Punta del Este, donde además ejerce como rector del santuario de la Divina Misericordia hasta hoy.
Ignacio Amorós ha terminado por trasladar la misión también al mundo digital. Su proyecto Se buscan rebeldes cuenta con más de 50.000 seguidores en YouTube y otros 115.000 en Instagram. El objetivo, según cuenta, es “traer al siglo XXI esa rebeldía frente a lo mundano para seguir a Jesucristo”. Aferrado a Cristo Ignacio ha escrito también varios libros de espiritualidad especialmente dirigidos a la evangelización de las generaciones actuales. Su entusiasmo e innovación tienen un centro claro: “Soy sacerdote de Jesucristo. Esa es mi identidad”, concluye con una contagiosa sonrisa.
Fuente: El Debate / Word on Fire