Creía en Dios a su manera, lejos de la Iglesia, y llevaba su vida “como un joven muy normal” hasta que decidió viajar a un sitio que no le parecía especialmente llamativo, pero donde le aguardaba la mayor experiencia vivida hasta entonces…
Gianluca Brusatore hoy tiene 46 años. Desarrolló una carrera en Relaciones Públicas y Comunicaciones en Milán, Italia, donde trabajó durante un año en una agencia de comunicación y ocho años en el Instituto Europeo de Diseño; “ocupándome principalmente de orientar a estudiantes que elegían sus carreras. Yo era un joven muy normal. Tuve un romance importante con una novia y luego varias relaciones más”, cuenta, y bromeando sobre sí mismo, agrega: “No era un modelo de vida cristiana…”. No le faltaba fe, pero era “una fe a mi manera… Durante años estuve alejado de la Iglesia”, apunta.
Si algo le encantaba a Gianluca era viajar solo. “Me gustaba la sensación de libertad, visitar lugares lejanos, llegar a gente que no habría conocido de no estar solo”, recuerda. Así fue como el verano de 2014 decidió visitar un lugar prácticamente desconocido para él, una aldea en Bosnia-Herzegovina: Medjugorje.
Un viaje más…
Ir a Medjugorje, cuenta Gianluca, fue una decisión personal: “Recuerdo que mi madre me habló de ese lugar del que no sabía casi nada y en donde, a primera vista, no había nada particularmente hermoso que apreciar. En cambio, durante ese viaje encontré al Señor”, dice hoy en Famiglia Cristiana.
Explica así lo que vivió en Medjugorje: “Fue una experiencia de amor como nunca antes había experimentado y comprendí con clara certeza que ese era el amor de Dios, que ese amor era Dios y lo reconocí presente de manera particular en los sacramentos. No había perdido la fe, había perdido la Iglesia. Sólo en ese momento vi claramente cómo el Señor está vivo y presente, y obra de manera especial precisamente a través de los sacramentos de la Iglesia”. Gianluca resume aquello como “la experiencia más increíble de mi vida, el encuentro con el Señor y con un amor nunca antes experimentado”.
…y la vida se transforma para siempre
“Cuando regresé al trabajo ya no era la misma persona. Sentí una presencia clara en mi corazón, la invitación del Señor a confiar en él y cambiar mi vida”, recuerda. Pronto entendió que Dios no le pedía solo su amor y amistad, sino una entrega particular.
“Mucha gente, empezando por mi madre, me dijo que muy bien podía continuar con mi trabajo y mi vida, con una nueva perspectiva, sin necesidad de un cambio tan radical. Por supuesto que podría haberlo hecho y hubiera sido lindo, tal vez incluso más fácil, pero no era lo que sentía en mi corazón. En cambio, sentí claramente que el Señor, con infinito respeto por mi libertad, me pedía algo más. Después de unos meses renuncié y comencé un proceso de discernimiento para confiar a la Iglesia lo que, sentía, era una vocación al sacerdocio. Al final de este camino, a la edad de 37 años, comencé el seminario en Novara, donde nací”, explica.
Entrar en el seminario con 37 años, rodeado de veinteañeros, es una situación peculiar, aunque cada vez es más común. “No fue fácil volver a estudiar después de tantos años, pero una fuerza misteriosa y sin embargo real me acompañó, me guio en mi camino y me ayudó a superar dificultades que nunca hubiera podido afrontar por mi cuenta”, asegura.
Y así fue como en 2022, a sus 44 años, Gianluca Brusatore recibió la ordenación sacerdotal en la diócesis italiana de Novara. “Antes del verano de 2014, si me hubieran dicho que sería sacerdote, creo que me habría reído”, reflexiona hoy, como vicario parroquial en Gozzano.
La faceta de comunicador sigue presente en el Padre Gianluca, quien puso por escrito su testimonio en un libro que ha titulado Sacerdote por milagro (Ediciones Paulinas en italiano) en donde comparte su historia junto a reflexiones sobre aquel viaje al santuario de Bosnia, cuando su alma y su vida dieron un vuelco total.
Fuentes: CariFilii / Famiglia Cristiana