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El sacerdote fiel que se fue a Manila para rescatar los tesoros de Dios que nadie quería

matthieu dauchez

El sacerdote fiel que se fue a Manila para rescatar los tesoros de Dios que nadie quería

El sacerdote Matthieu Dauchez recorre Manila rescatando a los niños que vagan por sus calles: hoy cuida a más de 2.000 pequeños.

“Lloro gritando bajo el casco, cuando voy en moto. Como las calles de Manila son muy ruidosas, nadie se da cuenta de que lo hago y me puedo desahogar esos días en que las injusticias son demasiado dolorosas. De esa forma los niños no se dan cuenta de cómo estoy, y yo aprovecho el tiempo de ir de un lado a otro para desahogarme y luego poder concentrarme en la oración. Aunque ese llanto también es oración…”.

Esta apasionada confesión del padre Matthieu Dauchez desde Filipinas, la condimenta con momentos de sonrisa espontánea y mirada serena, que evocan la fuerza de su compromiso misionero, luchando por rescatar y devolver dignidad a cientos de niños y niñas. Salvar a hijos de Dios como Ritchelle, una pequeña de siete años violada de forma reiterada por su abuelo ante la pasividad de la familia; o Jeremy, un pequeño al que su madre quemó las manos por tomar medio euro de casa para comprar algo de comida; o Jimmy, abandonado en un descampado tras ser abusado por mafiosos que lo habían recogido de la calle; o incluso intentar la conversión de los agresores, como aquella juez que se dejó extorsionar y liberó a un pederasta acusado por el propio padre Matthieu, junto al testimonio incriminatorio de 14 niños.

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Ante el dolor y las historias brutales el joven sacerdote no se desalienta. “Viviendo con estos niños es imposible caer en la desesperanza. Ellos encuentran fuerza y alegría en medio de situaciones terribles. Y no es una falsa coraza ni un mecanismo de defensa, sino que lo hacen porque tienen fe de verdad; porque su identificación con Cristo es tan real que te das cuenta de que la acción de Dios es verdadera y es más fuerte que el mal”, explica.

El desafío que lo convirtió en misionero

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El padre Dauchez llegó a Manila en 1995, cuando era seminarista y no era una opción que abrazó feliz, reconoce sonriendo, sino “por no parecer cobarde”.  Así lo recuerda: “nací y crecí en Versalles, y estaba acostumbrado a un entorno de mucha comodidad. Un día, un compañero me dijo que no aguantaría si me mandaban a una parroquia pobre. Me picó tanto que cuando surgió la ocasión de ayudar unos meses en Filipinas, no me lo pensé”.

Aquellos meses se han convertido ya en dos décadas, en las que el padre Matthieu Dauchez ha sido ordenado sacerdote de la diócesis de Manila. Hoy dirige la fundación Tulay ng Kabataan (“Puente para los niños”), una red de casi treinta casas de acogida para más de 2.000 niños y enfermos mentales a los que, como a Ritchelle, Jeremy o Jimmy, recoge cuando vagan por los barrios de Manila y su periferia.

“Recorremos las calles para conocer a estos pequeños, sus historias… Algunos tienen familia, pero no pueden o no quieren atenderlos; otros huyeron de su casa o los echaron. A veces viven en grupo para protegerse unos a otros, pero la mayoría están expuestos a la violencia, las mafias, la miseria y la explotación”, señala y añade… “A quienes no quieren venir a la fundación, les educamos en la calle, tratamos de alimentarlos y, sobre todo, los llevamos a Dios. Porque todo esto no va solo de ocuparme de los niños y sacarlos de la calle, sino de meter a Dios en su corazón destrozado”.

El testimonio de padre Matthieu está logrando que cientos de mendigos quieran adorar semanalmente a Jesús Eucaristía al medio de las smokey mountains, unas descomunales montañas de basura al aire libre donde viven cientos de familias en busca de chatarra y despojos. “¿Que por qué expongo ahí al Señor? –interpela el misionero–. Dime tú: si hoy Cristo vuelve en su gloria a Manila, ¿dónde crees que iría? Yo no tengo duda: iría al basural. Ahí están sus preferidos. Y ahí es donde yo quiero que lo encuentren”.

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Fuentes: Revista Misión / Portaluz.org