“Entre los pucheros anda el Señor”, decía Santa Teresa de Ávila. Es hoy también la inspiración que puso Dios en un sacerdote para evangelizar con amor… y sabor.
Imagina que vas a cierto restaurante en Baltimore (EE.UU.), te encantó el menú y, al terminar, quieres felicitar al chef. De ser así, una sorpresa te espera en la cocina: en medio de los fogones y las cacerolas vas a encontrar a un sacerdote, el Padre Leo Patalinghug, miembro de la comunidad de vida consagrada Voluntas Dei y que lleva años empleando su talento culinario como efectiva herramienta de evangelización.
“Alimentando la fe”
El Padre Leo nació en Filipinas en 1970, y cuando contaba 2 años de edad su familia se mudó a EE.UU. Como el menor de cuatro hermanos, Leo pasaba más tiempo en casa y su madre, para mantenerlo ocupado, lo convirtió en su “ayudante de cocina”, pues la comida era central en la hospitalidad que ella siempre se esmeraba en ofrecer.
Al crecer, Leo se dedicó con éxito al ritmo urbano del break dance y al taekwondo (es cinturón negro y ganó algún campeonato). Pensaba que su vida se enfocaría en el periodismo o las leyes cuando sintió la llamada de Dios. Ingresó al seminario, fue ordenado el 5 de junio de 1999 y, poco después, se encontró al frente de su primera parroquia en la arquidiócesis de Baltimore. Fueron esos parroquianos, agasajados por el padre Leo en su mesa, quienes lo alentaron con insistencia a cultivar más a fondo su talento. Desde entonces, el sacerdote ha desarrollado una original “pastoral de la comida” con la cual convirtió aquel sentido de hospitalidad aprendido en casa en una genuina forma de evangelización: ha escrito libros de recetas para la vida familiar y matrimonial, tiene un programa televisivo en la cadena católica EWTN (Savouring our Faith), un portal (Plating Grace) y un food-truck con el que recorre las zonas desfavorecidas de su ciudad para alimentar y evangelizar a los descartados de la sociedad.
2024, un nuevo paso
Su amor por el Cristo sufriente lo ha llevado a inaugurar este año en Baltimore un restaurante bajo el título Gastro Social y con una intención específica: auxiliar a personas con problemas de exclusión social, para que accedan a una formación profesional, dispongan de un empleo permanente y con ello, puedan romper el círculo de la pobreza y/o la delincuencia.
Según explicó en EWTN, “la comida es un gran regalo, y por eso Jesús se mostró alimentando a la gente”. Así que él intenta unir dos mundos, el de los clientes, a quienes satisfacer con el menú, y el de los trabajadores, a quienes selecciona entre personas que necesitan una segunda oportunidad en la vida.
“El padre Leo es divertido… ¡a veces!”, bromea Emmanuel, uno de los cocineros, aludiendo al carácter hiperactivo y enérgico del sacerdote en su rol tras los fogones. Este joven ayudante, de 22 años, creció en un barrio peligroso, se metió en el mundo de las drogas y estaba convencido de que terminaría muerto o en la cárcel.
El padre Leo ya empleaba antiguos reclusos en su food-truck con el cual recorre las calles de Baltimore alimentando a personas sin hogar, pero ahora se esfuerza además por ampliar las oportunidades ofreciéndoles puestos de trabajo. Es consciente de que él se limita “a poner una tirita en la herida” en la difícil situación social, pero lo hace con esperanza de pastor: “Si solo uno de nuestros trabajadores puede llegar al fondo de su herida y sanarla, eso puede cambiar su vida”, expresa. ¿Cuáles son esas heridas? Son muy diferentes, señala el sacerdote, pero “en última instancia todas se reducen a la experiencia de no ser amado”. En las mesas de su restaurante se trata ahora de “congregar a personas [trabajadores y clientes] de todas las procedencias, para festejar en torno a la comida: nuestra misión es aprovechar el potencial de la comida para hacer el bien”.
Fuentes: ReL / CNA / Franciscan Media
