“Amar hasta el extremo” no es una simple frase retórica sino la esencia misma del sacerdocio que, a imitación de Cristo, se vuelca sobre los que sufren sin importar el costo.
Las lluvias torrenciales que afectaron a España hasta la mitad de noviembre pasado llenaron los noticieros con crudas imágenes de ciudades anegadas por el agua y el barro; pero en toda catástrofe la parte más dura viene a continuación, con la limpieza y la reconstrucción. Es el largo “día después” cuando el dolor acompaña las labores de rescate. En ese panorama, todavía en plena marcha y donde la generosidad llega a extremos, muchos voluntarios salpicados de barro llevan cuello clerical o hábito religioso…
La revista española Ecclesia, compartiendo una publicación de la arquidiócesis de Valencia, destaca a “numerosos sacerdotes, religiosas y fieles” que siguen ayudando, entre los escombros y el barro, como “viva imagen de este compromiso con la sociedad, que nace del Evangelio”.
Sacar barro, rezar y abrazar
La crónica refiere a “sacerdotes con nombres y apellidos: Olbier Hernández, que ha estado en la ciudad de Alfafar; Federico Ferrando, en Paiporta; o Julio Baños. …En Alfafar-Benetusser, Salvador Aguado, más conocido como «Mossen Voro» por su presencia en redes sociales, sigue al pie del cañón ayudando en tareas de limpieza tras ver cómo su parroquia era una de las más afectadas”.
La riada sorprendió al sacerdote y los fieles de Alfafar en plena Eucaristía, pero salvaron la vida subiendo a la azotea del templo. En esos minutos el padre Salvador logró abrir la puerta del templo –aunque ya estaba anegado– logrando rescatar a más personas que estaban afuera. Una vez en el tejado, la oración les sirvió de bálsamo mientras pasaban el agua y las horas.
A Francisco Furió, párroco de las dos parroquias que hay en Aldaia, la alerta de las autoridades le pilló también en Misa. Su localidad quedó arrasada y perdieron la vida seis personas. Desde ese día Padre Francisco pasa en la calle todos los días; además de sacar barro, de rezar y coordinar a los voluntarios, se abraza con sus feligreses: “Nos abrazamos, nos miramos, no decimos nada, nos emocionamos. A veces, tengo que reñir a algún feligrés y decirle «ven aquí y dame un abrazo», porque veo que se desmorona. No sé hacer otra cosa en este momento, aparte de rezar”, explica por teléfono, emocionado. También trabaja desde Cáritas en coordinación con el ayuntamiento para responder a las necesidades concretas y prácticas de la población.
“Las obras de misericordia son obras de esperanza”
Mons. Enrique Benavent, arzobispo de Valencia, cuenta a Ecclesia que cuando ocurrió la tragedia dedicó tiempo a localizar a los sacerdotes de los lugares afectados: “Fue un momento para dar gracias a Dios porque los sacerdotes estaban vivos y para pedir por las familias rotas, por los que habían tenido pérdidas materiales, por los que habían vivido una noche dramática”. Al día siguiente se puso en campaña: anunció que todos los medios de la diócesis quedaban a disposición de los afectados y “fui presentándome en las parroquias afectadas, primero en las de la ciudad de Valencia, porque los desplazamientos eran más fáciles, pero luego fui a Picaña y Paiporta”, dos de los pueblos más golpeados, que ha recorrido a pie junto a los vecinos.
Consultado sobre cómo es posible alentar la esperanza entre quienes han perdido todo, el arzobispo Benavent explica que “en estos momentos, la manera de compartir esperanza no es tanto decir palabras, sino tener gestos. Como dice (Papa) Francisco en la bula de convocación del Jubileo, las obras de misericordia son obras de esperanza. De alguna manera, la esperanza cristiana se hace visible cuando va acompañada de esas semillas de esperanza que se van sembrando en el corazón de las personas que sufren. Si la esperanza y las palabras no van acompañadas por la vida, no son creíbles… Hay una esperanza que superará y será más fuerte que todas las dificultades que estamos viviendo”, concluye convencido.
Fuente: Revista Ecclesia