El 31 de diciembre pasado durante la mañana de Roma, el Papa emérito Benedicto XVI fue llamado a casa del Padre. Las muestras de cariño y admiración no se hicieron esperar, resaltando su gran legado como teólogo y evangelizador. Nosotros, que oramos por los sacerdotes, recordamos el “Año Sacerdotal 2009-2010”. Aquí tienes 7 enseñanzas que entonces nos regaló el Pontífice:
1) “La Iglesia necesita sacerdotes santos; ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos.
2) “El sacerdote es plasmado por la misma caridad de Cristo, por el amor que lo impulsó a dar la vida por sus amigos y también a perdonar a sus enemigos. Por eso los sacerdotes son los primeros obreros de la civilización del amor.
3) “Nadie es realmente capaz de apacentar el rebaño de Cristo, si no vive una obediencia profunda y real a Cristo y a la Iglesia, y la docilidad del pueblo a sus sacerdotes depende de la docilidad de los sacerdotes a Cristo; por esto, en la base del ministerio pastoral está siempre el encuentro personal y constante con el Señor, el conocimiento profundo de él, el conformar la propia voluntad a la voluntad de Cristo.
4) “En esta vida terrena no hay bien mayor que llevar a los hombres a Dios, despertar la fe, sacar al hombre de la inercia y de la desesperación, dar la esperanza de que Dios está cerca y guía la historia personal y del mundo. (…) Se trata de formar a Cristo en los creyentes, mediante ese proceso de santificación que es conversión de los criterios, de la escala de valores, de las actitudes, para dejar que Cristo viva en cada fiel.
5) “Es muy importante que los fieles encuentren en su párroco al pastor que los ama y les ayuda a escuchar hoy la Palabra de Dios; a entender que es una Palabra para ellos y no sólo para las personas del pasado o del futuro; que les ayuda también en la vida sacramental, en la experiencia de la oración y en la vida de la justicia y de la caridad, porque los cristianos deben ser fermento en nuestra sociedad.
6) “Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre.
7) “Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, custodie hasta el más pequeño germen de vocación en el corazón de quienes el Señor llama a seguirle más de cerca, hasta que se convierta en árbol frondoso, colmado de frutos para bien de la Iglesia y de toda la humanidad.”